Cincuenta años después, ¿qué queda de los Panteras Negras?

Los Black Panther, hoy en día, o están muertos, o en prisión, o son profesores de universidad
Mireia Sentís

Pocos movimientos revolucionarios de los años sesenta han destilado tanto glamour underground como el Partido de los Pantera Negra, sin embargo, su trayectoria dista mucho de un desfile de moda. Los Pantera crearon uno de los programas sociales de regeneración de los barrios pobres de las grandes ciudades norteamericanas más ambiciosos de su época y fueron el núcleo de una coalición de movimientos revolucionarios con una fuerte implantación étnica y social que llegó a tener cierto peso en la vida pública estadounidense, aunque sólo fuera como amenaza al statu quo. El resultado de la aventura revolucionaria tampoco fue muy chic: más de cuarenta muertos por arma de fuego y cientos de encarcelados
Albin Senghor [Panteras negras. ¡Es la revolución, baby!]

En Estados Unidos de América, con motivo del cincuenta aniversario de la organización revolucionaria negra Partido Pantera Negra – Black Panther Party, se han realizado distintas celebraciones y conmemoraciones. Os presentamos la valoración publicada en la web del Comité para la Organización de Trabajadores Presos (Incarcerated Workers Organizing Committee – IWOC).
La revolución no será televisada: A cincuenta años de los Panteras Negras, ¿ahora qué?

Por Alguien Superviviente al Sistema de Encarcelamiento Crónico

Sobre la faz de esta tierra nunca han existido ni un pueblo libre, ni un país libre ni una democracia verdadera. Sí, la gran mayoría de los norteamericanos cree en estos ideales.  Aupado por la esperanza de hacer real esa creencia, el Despacho Oval ha sido ocupado por un bollito de crema, no alguien de sangre esclava sino un ciudadano de color que se presta como marioneta. Así instruye América en la democracia; sin embargo, los Estados Unidos mantienen en la esclavitud a un cuarto de los presos del mundo, y colocan a aquellos que están fuera de los muros bajo contratos de servidumbre.  Algo está enfermo cuando las arengas sobre «Volver a hacer grande a América de nuevo»  llevan a su espalda los cuerpos esquilmados de los encadenados a la devolución de sus becas de estudio, al pago de su seguro médico o a embargos de la agencia de impuestos a cambio de no estar recluidos a perpetuidad entre las paredes de una celda de cemento.

Hace cincuenta años que el Partido Pantera Negra tomó las armas para luchar revolucionariamente por la autodeterminación de los negros, y fue infiltrado, degradado y diezmado; ahora, patéticos líderes afroamericanos se encuentran ante políticas racistas flagrantes y a pesar de lanzar alabanzas hacia los progresos en igualdad, se hacen los desentendidos sobre el hecho de que sus hermanos Pantera fueron encarcelados con juicios fraudulentos y de que deberían ser indultados, y se ponen a organizar marchas noviolentas contra el desequilibrado sistema económico y político que funciona en Estados Unidos.  En un contexto tan contradictorio, en el que un trotsquista negro recluta para la guerra, debería ser claro incluso para ellos que si la igualdad no se ha logrado tras cincuenta años marchando la lucha armada podría ser la solución. Estos son los negros afroamericanos que, mientras los hermanos Pantera fueron malgastados y devorados por el rapaz crecimiento económico de las corporaciones americanas, consiguen posiciones en Estados Unidos -como servicio doméstico en Candyland.

¿Piensa el afroamericano promedio que él o ella está más allá de la desproporcionada distribución despótica de la igualdad en América? ¿Cuán lejos está de cuando los esclavos necesitaban un permiso para abandonar las plantaciones, de cuando los negros eran segregados y de cuando bajo las leyes Jim Crown o para negratas eran confinados en eriales urbanos? Se me ocurrió ayer, mientras caminaba desde mi celda hasta un teléfono público privatizado vigilado por un millón de cámaras, en la medida en que el contenido de mis conversaciones telefónicas grabadas puede ser utilizado contra mí en un tribunal bajo sus leyes como prueba de conspiración. Puede trazarse un paralelismo entre mi experiencia de guardianes armados en garitas, habilitados por el Estado, dispuestos a disparar sobre un no blanco en base a una percepción subjetiva de amenaza, y la experiencia de afganos y palestinos detenidos y bombardeados por drones. Para los organismos contrarrevolucionarios de los Estados Unidos el exterminio del Movimiento Pantera Negra era una necesidad, y el eje del encarcelamiento masivo, de la política fascista de Tolerancia Cero contra el crimen y de la proliferación de asesinatos de negros desarmados podría ser frenar y prevenir cualquier levantamiento por la independencia y la libertad.

En su esfuerzo por proteger a la clase dominante de un sistema económico imperialista, el sistema político de los Estados Unidos ha respondido a cada levantamiento usando políticas de justicia criminal como un medio de descabezarlos, incluso de arrancarles los genitales como mensaje dirigido a quienes podrían liderarlos. Los ejemplos lo dejan claro: el levantamiento de Nat Turner que forzó al rescate de propietarios de esclavos por la Guardia Nacional; la ocupación durante una sesión legislativa del Capitolio del estado de California por Panteras armados; el levantamiento nacional en torno al Patio D de la prisión de Attica después de que George Jackson fuese abatido sobre el suelo de cemento de la prisión; los amotinamientos de los sesenta, como Watts, que amenazaron con poner en llamas las grandes ciudades de los Estados Unidos. Estas batallas, aunque acabasen con la muerte de sus líderes, despertaron la conciencia política de los presos.

Sin embargo, que una lucha armada por la propia liberación termine en derrota tiene como consecuencia un incremento en el nivel de miedo, basado en la vinculación con la violencia criminal construida socialmente por la clase dominante. Esto abre las puertas para el crecimiento del presupuesto de la policía y de los controles cada vez más restrictivos. Por esto los políticos crean un clima de miedo y se puso como explicación del fracaso de las ayudas sociales de «guerra contra la pobreza» de Lyndon Johnson el que produjeron a una peligrosa clase de militantes negros -becados para ir a la Universidad-  que pagaron con revueltas la generosidad de los blancos. Puede decirse que la opinión pública ha sido arrastrada a creer que toda una larga lista secular de medidas  legales -‘Fugitive Slave Law’, ‘Mann Act’, ‘Harrison Act’, ‘Hale Bogg’s Mandatory Minimum’, ‘Wickersham Commission’, ‘Omnibus Crime Control and Safe Streets Act’, ‘Comprehensive Drug Abuse Prevention and Control Act’ de 1970, ‘Law Enforcement Assistance Administration’, ‘Anti-Drug Abuse Act’ (ley de 1986 que ha producido la dudosa proporción 100 por 1 por la que se condena a mayores penas a los varones negros que a los blancos), ‘Clinton’s Community Oriented Policing Service -COPS’, ‘Omnibus Crime Bills’ de 1994 y 1996, ‘Anti-terrorism y Effective Death Penalty Act’- permiten que los ciudadanos concilien tranquilamente el sueño por la noche. Se puede discutir si los americanos duermen o no confortablemente después de que billones y billones de dólares se hayan derrochado en el control y vigilancia del coco que viene, o si más bien lo terrorífico es que la represión sistemática se consume como un engaño estupefaciente sobre un colchón mullido. En cualquier caso, sé que es ir más allá de la realidad el creer que la reclusión de negros y morenos libera a los americanos blancos; por otro lado, sostengo que los Estados Unidos han entendido que los Pantera y los grupos que es de esperar que les sigan cuestionan la proclamada libertad. Se da así una crisis que es la razón de los gastos -de cada estado y a nivel federal- en una policía militarizada, la razón de la producción del Estado carcelario, de la encarcelación de masas y de que el asesinato de varones negros desarmados pase por muerte justificable.

Al servicio de la salvación del caducado sistema de opresión económica y política de Estados Unidos, los negros afroamericanos han aceptado una versión comercializada de su propia historia. El relato regulador de los sucesos pasados, presentes y futuros controlado por nosotros mismos es nuestra historia propia. Nuestra historia propia: luchas heroicas que nos permitieron dar sentido al mundo, arraigadas en nuestro patrimonio étnico, que nos permitieron transmitir autodeterminación y orgullo, una cultura del ser corrompida por una ficción comercializada, que nos rebaja a situarnos en el mundo como una diversión cómica para otros.

Por ejemplo, los  negros afroamericanos piensan que el que Beyoncé se venda con la marca de Pantera Negra representa la igualdad. Elaine Brown, que formó parte del Partido Pantera Negra, pone el énfasis en que «la actuación de Beyoncé es un homenaje a las mujeres del Partido Pantera». Esto es verdad, pero también es un encubrimiento de los hechos y un relato ficticio de nuestra historia propia, en el que, mientras los Pantera son honrados como revolucionarios en Cuba, aquí aparecen como mujeres en un desfile de modelos dentro de la evocación de las batallas y genocidios del pasado de América.

Cuando leo comentarios como esos, no pueda dejar de pensar en la gran novela de Edward P. Jones El mundo conocido, cuyo protagonista, Henry Tonwsend, es un negro que consigue pasar de la esclavitud a la posesión de una plantación en el sur de los Estados Unidos. El relato afronta las complejidad de la esclavitud como institución y el papel jugado por los esclavos libertos en la expansión y preservación de la cultura esclava. Los métodos que los negros afroamericanos han usado y continúan usando para elevar su posición social se iluminan en la parte de la novela donde el protagonista, cuando niño, sale de la mansión y espera para limpiar al caballo de su amo. El ansia que tiene por ser admitido en la América blanca le hace temblar de rabia, y entonces el amo pasa a hacerle comer en la misma cocina que los sirvientes que mantienen la mansión y a vestirle con buenas ropas. Hoy en día Henry aún está esperando a las puertas de la mansión de sus amos, mimando los cultivos a la espera de ser vestido y alimentado por el sistema. Esta es la razón por la que él observa con tranquilidad a los delincuentes negros y latinos, a los sinpapeles, a quienes trapichean con las ayudas sociales y a quienes los hacen con el crack, a los delincuentes juveniles, observa cómo son creados y encarcelados por la retórica racial, la ley y la policía y después marcha por la igualdad en defensa de un sistema opresivo caducado. El tiempo ha confirmado las previsiones de los negros afroamericanos, mientras nuestra historia propia es blanqueada y ya no refleja las políticas criminales utilizadas para conceder a los negros afroamericanos un lugar en Candyland así como calabozos para aquellos que lucharon contra un sistema de opresión al servicio de una clase social.

Después de cincuenta años en los que el Partido Pantera Negra fue infiltrado, degradado y diezmado, yo me pregunto: ¿Celebrar? ¿El qué? ¿Por qué? ¿Debo citar a los parlanchines que ahora hablan de su historia con alabanzas? ¿Debo celebrar a los policías corruptos que colocando pruebas falsas, intrigando y mintiendo en los tribunales ocupan ahora puestos sólidos en la superestructura que usa leyes de cristales rotos para exterminar vidas negras? Son negros afroamericanos quienes pueden mirar hacia adelante, con sonrisas llenas de grasa de pollo, sin volverse para tender una mano a sus hermanos. Hermanos traicionados que se pudren en celdas herméticamente selladas, como está en la que me siento, una neoprisión con rastas a lo Bob Marley; caras petrificadas como la mía son esculpidas en granito por Emory Douglas, y todo lo que se necesita para completar el cuadro es una pistola y un puño que lleva tanto tiempo levantado que los nudillos heridos se han vuelto blancos, apretado en soledad.

Aunque se la ignore desesperadamente, la realidad es que no puedo celebrar la libertad abstracta de vivir en prisión como los negros afroamericanos educados en la ceguera hacia el color, con esposas programadas de nueva izquierda en hogares con habitaciones separadas, bajo la reforma sanitaria de Obama y entre notificaciones de la oficina de impuestos, experimentando todas las libertades formales pero vacío de satisfacciones humanas. Ellos no desdeñan el sistema que encarcela a masas enteras, algo que deploran pero que ayudan a financiar, y lo ven como si el atrapar a negros indefensos y apalizarlos hasta la muerte, el retorcerles los genitales, el estar lleno de sangre envuelto en cadenas estuviera fuera del campo visual de sus ojos hechos en serie, aceptando de todos modos la carencia de libertad y de igualdad. El negro afroamericano posterior a la revolución Pantera disfruta de la experiencia, y esto es necesario para lograr una posición en una civilización superpoblada. Que lo celebre; yo no puedo, la campana ha sonado y estoy bajo llave. ¡Qué importa!»


«¡Aleluya! – ¡Aleluya! – ¡Aleluya! – Todo el poder para el pueblo – ¡Aleluya!»
Emory Douglas, 1971
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La fuente de este artículo es la página web de IWOC, comité de los Trabajadores Industriales del Mundo (IWW) para la organización de las personas presas; este comité es uno de los organismos que respalda la huelga en prisiones estadounidenses para el 9 de septiembre de 2016.

Traducción por Alasbarricadas.

Más información sobre IWOC en Alasbarricadas:

– [USA] Un sindicato para las personas presas: IWW

– [USA] Los trabajadores presos se organizan. Ganan fuerza los sindicatos de presos/as